Vistas de página en total

domingo, 12 de diciembre de 2010

Pensamiento colonial, xenofobia y Villa Soldati



                                                                          




Siempre recuerdo con afecto una anécdota pedagógica que el propio Arturo Jauretche comentaba en uno de sus imprescindibles –para todos aquellos que quieran comprender la historia argentina- libros. La narración en cuestión se desarrolló por el año 1945, si mal no recuerdo, y lo tenía como protagonista al mismísimo Don Arturo, ya que se trataba de una conferencia que brindaba en un cine-teatro de barrio en la localidad de Avellaneda. 
Al parecer, los asientos del teatro Roma –así se llamaba el mentado lugar- habían quedado exiguos por la cantidad de público asistente; lo cierto es que el Dr. Jauretche comenzó a disertar, como de costumbre, sobre el pensamiento nacional; e inició su charla sugiriéndole al auditorio, allí presente, que se imagine un mapa del mundo.
Los asistentes a la conferencia se sorprendieron, en lo inmediato, ante tamaña solicitud; más luego, y satisfaciendo el pedido del disertante, esbozaron la idea tradicional del planisferio, esa figura cartográfica realizada por los europeos donde nuestro país aparece ubicado al sur del Viejo Continente.
Obviamente, las respuestas fueron coincidentemente unánimes, todos describían el mismo “dibujo del mapamundi”.
Ante este hecho el sabio de Don Arturo respondió: “Eso es lo que yo llamo mentes colonizadas!!”.
Cuanta razón y cuanta simpleza para explicar lo obvio!!
Nadie se atrevió a pensar, asi fuere imaginariamente, un modelo de planisferío donde nuestro continente ocupáse el centro cartográfico!!
Jauretche es uno de esos maestros que uno no pudo conocer por una cuestión cronológica; pero que no puede dejar de “enamorarse de esa brillantez intelectual” que, forjada bajo el emblema nacional, destilan todos y cada uno de sus textos.
Por cierto, pensar “la realidad” con criterios nacionales, no es lo que prevalece -muy especialmente, en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires- en la argentina cotidiana; por el contrario, basta observar cual ha sido el pensamiento predominante a lo largo de los escasos dos siglos de vida de nuestra nación para constatar que lo “antinacional”, ya sea en forma ostensible o encubierta, ha sido lo prevaleciente.
Sin embargo, hay una paulatina y creciente esperanza de ir revirtiendo, nuevamente, la “lógica del pensamiento colonial” desde que Néstor primero y Cristina después, se hicieran cargo de la conducción del gobierno.
No obstante, sería un buen ejercicio analizar, así sea someramente, los contenidos del pensar antinacional que no solo se propone desvalorizar, en líneas generales, todo lo que sea autóctono. Ya se trate: del Estado Nacional, productos nacionales, películas nacionales; hasta la historia nacional, los logros nacionales, los científicos nacionales, la mano de obra nacional o lo que fuere. Sino que a su vez, lleva ínsito el desprecio por “los connacionales” que no responden al patrón europeo físico-mental. 
Las raíces de esta “lógica perversa” de ser argentino pero sentirse europeo tiene sus orígenes desde la conformación de la patria misma.
Esa “admiración” de aquello que no pertenece al país, configura el andamiaje de esta lógica perniciosa.
Es la misma lógica que predominó en los orígenes de la formación de nuestra Nación y, en virtud de la cual, se desató la fuerte disputa entre Buenos Aires y el Interior del país.
No por casualidad la declaración de nuestra independencia tuvo lugar en una provincia; si aquél Congreso de 1816 se hubiere realizado en Buenos Aires, lo más probable que la vocación independentista de muchos de nuestros compatriotas hubiese quedado trunca. Nos basta recordar que en 1819, el representante del gobierno del Dr. Bernardino Rivadavia ya había acordado con el canciller Richelieu la coronación en el Río de la Plata de un príncipe francés; claro que, previamente autorizado por el gabinete británico. 
  
Como vemos, es fácil de descifrar a que responde esta estructura de pensamiento; si partimos de la premisa que el sector que se impuso luego de la batalla de Pavón, procuró delinear un modelo de país agro-exportador que contuviera tan solo a unos pocos millones de personas en detrimento del resto de la población; es más que “razonable” que promoviera por todos los medios a su alcance –pero fundamentalmente a través del área pedagógica: léase educación oficial- la lógica de la exclusión.
Es decir, porqué integrarnos con el resto del país si ese resto “no lo necesitamos”; pues, de integrarlo, a través de una política educativa que refuerce nuestros lazos de pertenencia, lo sentiríamos como uno más de los nuestros y si es uno más “de los nuestros” vamos a bregar porque también se les reconozcan sus derechos.
Y eso atentaba contra la idea de Metrópoli Colonial que impulsaba la clase dominante. Puesto que para incluirlos se requería un modelo de país distinto, esto es, que no solo se limite a exportar materias primas, sino que procure industrializarse.
Y la industrialización, a su vez, requería dejar de ser Colonia y eso conllevaba, inexorablemente, a la ruptura con el Imperio Británico que nos proveía sus manufacturas y era, nada menos que, nuestro  principal importador de materias primas abastecidas éstas por la élite (u oligarquía, como guste Ud. llamarla) de nuestra sociedad,
En síntesis, era preciso romper el círculo, pero porque iban a romperlo aquellos que se beneficiaban sistemáticamente con ese estado de cosas; si además, eran quienes gobernaban merced a la inexistencia del sufragio universal.
De ahí que la élite local se reputara, infundadamente, así misma como una extensión de “la aristocracia europea” en la Argentina.
Y así, se fueron sucediendo los gobiernos oligárquicos, se fueron arraigando “estos prejuicios banales”, se fueron desdibujando nuestras raíces históricas y se fue adoptando como propio un criterio despojado de parámetros de nacionalidad .
Nos convertimos en “la Colonia Europea de Latinoamérica”, una suerte de europeos de espíritu con pasaporte latinoamericano que, por un accidente de la naturaleza, estábamos adheridos a la superficie del Continente Sur por seguir el diseño de la reconocida cartografía colonial.
Obviamente, en los tiempos en que fue consolidándose esta estructura de pensamiento, “la Europa” con la que se identificaba nuestra clase dirigente no era, precisamente, la de los inmigrantes de aquél entonces; por el contrario, los españoles y los italianos –por citar, solo dos nacionalidades- pertenecían al patio “inculto y despreciable” del Viejo Continente.
Es suficiente, auscultar en las opiniones de “nuestros mal llamados próceres”, tal es el caso de Sarmiento (curiosamente, emblema pedagógico argentino) para constatar la desfavorable opinión que tenía sobre los oriundos de esas naciones.
Aquellos que, recientemente, al cumplirse el Bicentenario, nos hablaban de “los maravillosos festejos desarrollados en el Centenario” de nuestra independencia, para contraponerlo al actual, omitían deliberadamente decir que en esa época (1910), muchos de nuestros abuelos y compatriotas eran reprimidos por reclamar mejores condiciones laborales –trabajaban horarios excesivos y sin garantías de ninguna índole-  y eran acosados no solo por las fuerzas del orden conservador –recuérdese la sanción de la ley de residencia-, sino por grupos parapoliciales como “La Liga Patriótica Argentina” que se encargaba de hostigar a los extranjeros bajo el amparo de la protección oficial.
Pero la lógica de la discriminación fue mutando, con el tiempo los hijos de los inmigrantes fueron incorporándose, merced al yrigoyenismo primero y al peronismo después, a la vida político social del país.
No obstante, el “paradigma europeo” siguió vigente, solo que ahora se incorporaba en el mismo a la totalidad de las comunidades del continente, es decir, ya no se marginaba a la española o italiana como en los inicios, sino que se la integraba.
Los “tanos y los gallegos” fueron sustituidos como objeto de rechazo por los “cabecitas negras"en el orden local y por los “sudamericanos” en el internacional.
En síntesis, el desprecio que se siente hacia esos connacionales de tipo no-europeo, se fue extendiendo a nuestros hermanos latinoamericanos que poco tenían que ver con “bella Europa” y, en consecuencia, tampoco con “nosotros”.
Y aquí aparece el germen de la xenofobia de alcance restringido, ya que el mismo tiene por objeto el rechazo de toda inmigración latinoamericana, pero fuertemente afincado en buena parte del pensamiento capitalino.
Como podemos apreciar, quien suponga que la historia no va dejando secuelas en la formación de las subjetividades colectivas está profundamente equivocado.
Sin lugar a dudas, hay otros factores que inciden o promueven el desarrollo del germen xenófobo pero es, específicamente, en el ámbito cultural donde se generan las condiciones para agilizar su desarrollo.


El auténtico pensamiento nacional vs.  Macri




Como podemos deducir, y a diferencia de lo que habitualmente se creé, un verdadero nacionalista, nunca ha sido un individuo apto para la siembra de la xenofobia.
Por el contrario para él, la nación y el pueblo se reputan inescindibles una de otro; y su necesidad interior de indagar en la historia de lo nacional lo conduce inexorablemente a adherir al pensamiento de los auténticos próceres, esto es, de configurar una Patria Grande.
Han pasado muchas décadas y, por primera vez, la región sudamericana viene transitando la senda que conduce a su desarrollo económico y su consolidación política. La herramienta que esencialmente posibilitó –y posibilita- su avance es, entre otras, el denominado MERCOSUR (Mercado Común del Sur) que como ya sabemos integran como miembros o asociados, además de nuestro país, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Venezuela, Chile, Ecuador y Colombia.
Nuestro país junto con Brasil ha sido fundador e impulsor de este importantísimo espacio institucional para el desarrollo de la región, y la idea central consiste en desarrollar estrategias de integración tendientes a consolidar éste bloque común.
De ahí que promover concepciones que discriminen a nuestros hermanos latinoamericanos, más allá de lo deleznable que resulte desde la perspectiva humanista; es, por sobre todas las cosas,  trabajar directamente para evitar que los países de la región fortalezcan vínculos político-comerciales que redunden en beneficio de sus pueblos y robustezcan su capacidad soberana.
Y aquí llegamos a lo que aconteció en Villa Soldati, no es casual que un energúmeno como Macrí procurando deslindar responsabilidades propias en materia habitacional (lo mismo hizo en materia educativa culpando a los maestros y, posteriormente, a los alumnos; en la cuestión de violación de la privacidad por intermedio de las escuchas telefónicas culpando a la víctima; en el derrumbamiento del gimnasio de Villa Urquiza  asignándole la responsabilidad solo al arquitecto de la obra en construcción sin reparar que la ejecución de la misma había sido autorizada por su gobierno, etc. etc.) se despache con un discurso xenófobo.
¿O acaso no es el mismo Macri quien creo la famosa Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) que integrada por municipales y un conjunto de barras bravas se dedicaba a desalojar a los golpes, durante la oscuridad de la noche, a los indigentes del suelo metropolitano? Cualquier paralelismo con “la Liga Patriótica” es fruto de la imaginación!!
Pero sigamos con Mauricio, el mismo que muy suelto de cuerpo sostuvo que: la inmigración viene de la mano del crimen y el narcotráfico.
Cuando los datos provistos por el Servicio Penitenciario Federal demuestran que en el año 2009 sobre los 30.100 presos recluidos en cárceles y comisarías de nuestro país, solo 902 presos–pertenecientes a diversas nacionalidades- no son argentinos.
Donde además, de que la mayoría de ellos no tiene residencia fija en nuestro país; se confirma que, según esta mismas fuentes que no pueden ser tildadas de parciales, no existen, prácticamente, presos de origen latinoamericano imputados por causas relativas al negocio de la droga. Si, en cambio, los hay holandeses, españoles o sudafricanos, entre otros. (Ver datos vs. prejuicios http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-158542-2010-12-12.html).
Lo concreto es que los hechos sucedidos, como bien lo expresara la Presidenta , no son fruto de la casualidad, cualquier observador, medianamente avezado, se daría cuenta de que fueron orquestados por aquellos que tienen intenciones de desgastar la imagen  del oficialismo. Ver sino, a quienes respondían esos grupos organizados que se hicieron presentes en las inmediaciones del predio haciéndose pasar por vecinos primero, para despues ordenar la agresión de los ocupantes.
La respuesta, ante lo acontecido, no se hizo esperar y rápida de reflejos Cristina Fernández creó el Ministerio de Seguridad que suprime el autogobierno de las fuerzas que deben garantizar el orden público. Ahora la máxima autoridad no saldrá de sus filas como se acostumbraba, sino que será controlada por un funcionario civil encargado de velar por el cumplimiento de los derechos y garantías constitucionales.
Pero más allá de la maliciosa intencionalidad de quienes “se resisten” a que el pueblo tenga un gobierno representativo de sus intereses; esto también sirve para desenmascarar públicamente a éstos falsos profetas, aspirantes a la presidencia de la República que, por un lado, van a prometer viviendas a los barrios carenciados durante la campaña electoral; mientras que, por el otro, cuando asumen, se encargan de distribuirles palos para que desaparezcan de las calles y del territorio porteño.
Un emblema de la política neoliberal y represora como es Macri, agita la bandera de la nacionalidad para culpabilizar a los inmigrantes de lo que sucede; evadiendo de ese modo su responsabilidad en el ejercicio de la función pública.
Más luego, si lo dejamos serán los jujeños, los salteños, los del Chaco, Formosa o Tucumán. O todo aquello que devele signos de piel oscura.
La única oscuridad que hay que temer es la de los prejuicios y la de la ausencia de razonabilidad.
De ahí que, confiemos que la razón nos ilumine y nos libre de la mediocridad macrista!!













No hay comentarios:

Publicar un comentario