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lunes, 11 de julio de 2011

Los votantes de Macri y el destierro de Arístides

                                  








Con sincera sorpresa recibí la información del resultado de los comicios realizados en el día de ayer. Tal vez porque uno no solo idealiza, en ocasiones, a las personas individuales; sino porque a veces también lo hace con las comunidades.
Y como ya sabemos, la idealización –al igual que los prejuicios- distorsiona nuestro campo perceptivo; pues, impidiendo ver las cosas tal cual son para ajustarlas, previamente, a esa forma preconcebida y ya modelada en nuestra mente.
Lo cierto es que los habitantes de la Ciudad Autónoma (aunque a mi criterio debería llamarse Autómata) de Buenos Aires han confirmado, en principio, su respaldo al actual Jefe de Gobierno Mauricio Macri en los comicios celebrados el día de ayer.
Y eso, a mi juicio, es angustiosamente sorprendente; lógicamente no pretendo universalizar mi criterio de elección ciudadana. No obstante, sí debo confesar que existen determinados hechos que me preocupan al momento de determinar una elección. Y  no puedo dejar de formularme un conjunto de interrogantes que hacen a la cuestión. A saber: ¿Cómo una sociedad puede elegir como Jefe de Gobierno a una persona que no ha respetado en lo más mínimo sus anteriores promesas de campaña? ¿Cómo se puede elegir a alguien que crea la UCEP para controlar los espacios públicos y entre sus funciones despliega el castigar y golpear a los excluidos que solo tienen por techo la oscuridad de la noche? ¿Cómo se puede elegir como dirigente a una persona que nombra como titular de la Policía Metropolitana a un procesado por delitos criminales o como Ministro de Educación a alguien que reivindica el proceder aberrante de la dictadura? ¿Como se puede no cuestionar políticamente a un hombre ( recordémoslo: procesado) capaz de hacer seguimiento de "escuchas ilegales" para controlar la vida de los ciudadanos "armando" causas judiciales al efecto, con la colaboración de integrantes del Poder Judicial de otras jurisdicciones? ¿Cómo se puede elegir a alguien que en cuatro años de gobierno a demostrado un desprecio absoluto por atender los requerimientos de salud, educación, cultura y vivienda, entre otros? ¿ Como se puede elegir a un gobernante qué no tiene logros significativos  para mostrar a lo largo de toda su gestión? ¿Cómo se puede reivindicar a un señor qué exterioriza una visión xenófoba respecto de nuestros hermanos latinoamericanos que de ser aplicada –y más allá de consideraciones éticas- llevaría a la ruptura del MERCOSUR con las consecuencias nefastas que eso puede producir para el bienestar económico de nuestro país y de la región?
Y nadie puede alegar ausencia de candidatos al puesto, pues, los hubo y en demasía; sin embargo, los votos fueron principalmente para éste más que mediocre gobernante.
Quizá uno supone erróneamente que la Ciudad Capital cuenta con ciudadanos conscientes de sus intereses; que tienen una visión integral y solidaria de país. Me temo que no es así; el hecho de que los vecinos de un edificio no se conozcan el uno al otro esta demostrando que no hay mucho lugar para intereses colectivos.
Tampoco se observa mucha responsabilidad por lo que acontece en la Ciudad. Al parecer, da lo mismo que la ciudad avance o retroceda; mientras “a mi no me joda” no es un problema a tener en cuenta.
Tal vez, influenciados por la propaganda marketinera de Macri, auspiciada por los denominados "medios independientes", los porteños se han dejado llevar.
Al fin de cuentas, carece de propuestas pero sus festejos son más alegres, se baila al compás de la música de Gilda, se arrojan globos de colores y, lo más importante, no se habla de política. De ese modo, se vota un apolítico para hacer política. ¡¡Coherencia total!!
Lo cierto es que el comportamiento de una franja importante, cuantitativamente hablando, de capitalinos me hace recordar con su voto (no muy reflexivo, para mi gusto) aquella anécdota de la Antigua Grecia cuando se realizó la votación en la Ecclesia (Asamblea) para determinar si Arístides “El Justo” era desterrado al ostracismo o no.
El procedimiento usual para semejante decisión requería que cada ciudadano escribiese en un trozo de cerámica (ostrakon) el nombre de la persona considerada peligrosa para la Polis (Ciudad) y si “el nombre elegido” obtenía un alto porcentaje de votos se lo condenaba al destierro.
El mismo día en que se celebró la votación, Arístides, fue abordado en la puerta de una de las salas por uno de estos ciudadanos libres dispuestos a emitir su voto. Y allí  le solicitó lo siguiente:
-Estimado ciudadano no se escribir.¿Le importaría a usted escribir en mi ostrakon el nombre de Arístides?
-¿Te ha hecho Arístides algún mal?
-No -contesto el patricio-, ni siquiera le conozco, pero me crispa que todo el mundo le llame el Justo.
Arístides sin emitir palabra escribió su propio nombre en la cerámica y se la devolvió.
La historia nos cuenta que Arístides fue desterrado y flaco favor le hicieron a Atenas quienes impulsaron esa decisión.
Si bien la situación es a la inversa, los atenienses -en aquél entonces- se privaron de un dirigente de talla para su ciudad; mientras que aquí se consagró un "dirigente" que carece de jerarquía para conducir Buenos Aires. 
Obviamente, como suele decirse en la cinematografía cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. Pero, me resulta imposible, no dejar de asociar la actitud de los porteños con la de aquél ciudadano ateniense que, por desconocimiento, ignorancia o prejuicio, optó por desterrar a "el Justo" de Arístides.
Como podemos apreciar, las enseñanzas de la historia son universales y siempre nos hacen comprender el porqué de ciertos hechos.
En mi caso, ahora entiendo que no fue casualidad que Fernando De la Rúa antes de llegar a la presidencia de la república fuera ungido, oportunamente, como Jefe de Gobierno de la Ciudad por la voluntad mayoritaria de los ciudadanos porteños. Después de todo son grandes electores para dañarse a si mismos.

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