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lunes, 5 de septiembre de 2011

Las limitaciones de la justicia impuestas por el Show Mediático








A nadie escapa que la atención pública, a lo largo de las últimas semanas, se centro exclusivamente en el, triste y lamentable, suceso denominado “caso Candela”. Para desgracia de la niña y congoja de todos nosotros el caso en cuestión tuvo un final no deseado.
No obstante, hechos de esta naturaleza –y prescindiendo de los pormenores particulares del hecho- deberían inducirnos a la reflexión a buena parte de la sociedad argentina para luego, evitar en lo posible la reiteración de determinado tipo de conductas que solo conducen a prestar confusión e impedir el eficaz desarrollo del procedimiento investigativo para el esclarecimiento de casos como el de Candela. Concretamente, nos estamos refiriendo al proceder circense que adoptaron los medios televisivos para brindar la cobertura informativa ante un hecho de tamaña gravedad.
Quien haya observado el comportamiento mediático habrá percibido la inconmensurable cantidad de disparates que se vertieron en torno al caso. Por ejemplo: desde que la niña había sido capturada por una organización dedicada a la trata de personas o secuestrada por bandas que se dedican a la comercialización de órganos, que había sido retirada clandestinamente del país merced a los “flojos” controles que operan en nuestra frontera, o bien que había sido secuestrada y abusada sexualmente por un pederasta, etc., etc., etc. Sin lugar a dudas, toda “esta información” basada en supuestos (o inventada) y provista de una fuerte carga de morbosidad, tenía por objeto captar la atención del televidente mejorando el rating periodístico y generando, a su vez, una sensación de inseguridad que alcanzo a provocar en buena parte de nuestra comunidad una exaltación rayana al paroxismo.
Ahora bien, que la población se alarme en virtud de “la irresponsable cobertura mediática” es un hecho para lamentar pero, aún así, no es lo más gravoso. Lo más pernicioso de todo esto ha sido el persistente acecho mediático padecido por quienes tenían a su cargo la instrucción judicial para la resolución del caso que no solo tenían que desarrollar su tarea investigativa en base a las escasas pistas obtenidas, sino que además se encontraron con que “los medios” terminaban proporcionándole a los eventuales criminales cada uno de los pasos realizados por los investigadores tendientes a descubrirlos.
Consciente o inconscientemente, terminaron obstruyendo de forma indirecta la labor de la justicia e impidiendo la resolución normal del caso . Muestra de ello es la difusión, previamente dada a conocer en la mayoría de los canales televisivos, de los allanamientos que se procuraron realizar en determinada zona y casa por casa.
El allanamiento de morada, es una búsqueda material que se realiza dentro de un ámbito domiciliario. Obviamente, si el delincuente es alertado de la posibilidad de la realización de esa búsqueda en el lugar en que se encuentra, lo primero que va a hacer es desprenderse de los elementos materiales que pudieren hallarse en su poder y emprender la fuga.
Con coberturas mediáticas de esta naturaleza el delincuente no tiene más que encender un televisor y apelar a su “buchón electrónico” para adelantarse un paso más, respecto de quienes persiguen sus rastros. Pero además, de no haberse realizado una cobertura tan irresponsable, pues: ¿Alguien podría asegurar que el trágico desenlace final hubiera acaecido de todos modos?
No podemos hacer futurología, pero si es posible aseverar que con informadores prudentes y respetuosos de las investigaciones, los resultados a obtenerse serán mucho menos dramáticos y más propicios a la resolución feliz.
Es lamentable tener que mencionar esto pero, salvo honrosas excepciones, los medios informativos ponen de relieve nuevamente cuan mediocres son para la labor periodística. Dando una muestra cabal de que poco les interesa la verdad y la justicia; pues, lo importante para ellos es captar la atención del televidente.
Lo triste es que, a su vez, despiertan en la gente predisposiciones a hacer algo que, por cierto, no les corresponde  -más allá de la buena intención- como por ejemplo, lo es el hecho de apelar a un mecanismo que en vez de ayudar, termina complicando la investigación. Nos referimos a la buena predisposición -y esto no está en duda- de “los famosos” en atender llamadas telefónicas que hubiesen podido brindar alguna pista para la resolución de la búsqueda, como se intento en el caso Candela.
Es digno destacar que el límite entre la investigación judicial y el show mediático montado no es fácil de percibir por el televidente medio. Y, en consecuencia, eso  predispone a la gente a “participar” y máxime con tal de dialogar con "un famoso". De esta manera se reciben infinidad de llamadas que nada aportan a la causa y que, por el contrario, conducen a un sinnúmero de pistas que en el fondo terminan desvirtuando todas y cada una de ellas. Como podemos inferir el recurso ni siquiera es inocuo, sino que es contraproducente ya que complica más la investigación.
Por lo expuesto, y por cierto hay mucho más para decir, es aconsejable como bien lo propusieron algunos juristas y hombres del Derecho que se sancione un Protocolo de Acción para el comportamiento mediático o periodístico en aquellos casos judiciales de cierta trascendencia.
Claro que bajo el pretexto de la libertad de prensa saldrán a gritar las voces de siempre; que sin reparar en sus errores (no olvidemos el caso Ayacucho donde los vecinos se movilizaron ante un delito que jamás existió y los medios le dieron trascendencia) procuraran seguir informando como hasta ahora. No obstante es dable recordarles que una cosa es el establecimiento de la censura previa -cosa que no aceptamos- y otra es establecer pautas de procedimiento para garantizar el normal desenvolvimiento de la administración de justicia. No se puede obstaculizar el proceder investigativo en el orden judicial por obtener dos o tres más puntos de rating.
El rating en cuestiones periodísticas atenta contra la razonabilidad, ya que apadrina todo aquello que tenga efectos impactantes (a la manera cinematográfica de los efectos especiales) para controlar la atención pública. Curiosa manera de hacer periodismo, cuando lo correcto es indagar en la búsqueda de la verdad no para "impactar en los televidentes"; sino para que ellos perciban como se construye una sociedad sobre los cimientos de la razón y la justicia.  

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