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lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuando el dólar se mueve, es porque algunos "lo empujan"





A menos de un mes de desarrollarse las elecciones nacionales, los opositores al gobierno no han cesado en su afán de cuestionar las políticas oficiales.
Por cierto nadie, excepto un ingenuo, podía esperar que se instrumentara una tregua a la espera de la conformación y difusión del futuro gabinete. Después de todo, la pugna hace rato que se desarrolla y “los opositores”, que solo representan una minoría irrelevante pero con un ostensible poder de fuego; ya que disponen de la mayoría de los medios de comunicación, solo “en apariencia” están dispuestos a tolerar la voluntad mayoritaria de nuestra población.
Evidentemente este proceder no es nuevo, la diferencia radica en que hasta finales del siglo pasado disponían de un factor determinante (las fuerzas armadas) para quebrantar la voluntad popular y entronizar, de ese modo, sus avidos intereses y, en los tiempos que corren carecen del mismo. Sin embargo, poseen otras herramientas capaces de producir daños significativos sobre la esfera institucional que podrían debilitar la imagen y, por ende, la operatividad del gobierno.
Nuestra propia historia nos brinda sobrados ejemplos de lo que estamos aseverando. Cualquiera que indague un poco en ella podrá observar como se debilitó al gobierno de Alfonsín a través de la  instrumentación recurrente de los denominados “golpes de mercado”.
La hiperinflación y la suba del dólar durante la última etapa de la administración alfonsinista no fue consecuencia exclusiva de los desaciertos económicos de aquél gobierno; sino, también y principalmente, la resultante de la manipulación del mercado que hicieron las grandes corporaciones económicas y financieras con la ayuda ineludible de las corporaciones mediáticas. Claro que, la proliferación de este estado de cosas se vio beneficiada por la existencia de un Estado débil que carecía de resortes suficientes para contrarrestar los embates de los sectores del privilegio.
Podemos discutir si el gobierno alfonsinista poseía la voluntad política de confrontar abiertamente contra aquellos sectores. Personalmente, creo que no, pero no se trata de juzgar el pasado, sino de comprenderlo para no reiterar los mismos errores.
Lo que aconteció después ya lo conocemos, Menem acordó con el poder económico y su gestión se enderezó deliberadamente exterminar al Estado.
Recién con la llegada de los Kirchner, el Estado comienza un paulatino proceso de fortalecimiento y, por ende, a recuperar su capacidad de decisión política sobre el conjunto de las áreas, para ir diseñando un modelo de país capaz de dar respuestas a las necesidades del conjunto de la población.
Aunque parezca diferente, “la movida del dólar” de estos últimos días responde a la misma lógica de los sectores financiero-mediáticos de aquél entonces. Solo que ésta vez un gobierno recientemente plebiscitado por su pueblo y con un Estado fuerte ha podido contrarrestar con éxito la intencionalidad de “los opositores”.
Y aquí vale la pena detenernos a resaltar la importancia de contar con un Estado fuerte. La ideología neoliberal (que, por otra parte, abrazan los representantes del poder económico al igual que la mayoría de la oposición política) plantea entre otras cosas la cuasi-desaparición del Estado; de modo tal, que éste no pueda gravitar sobre el modelo económico-social que se va configurando en el país. Dejando así, en manos del “Mercado” la construcción del mismo.
¿Pero quien maneja esa abstracción en apariencia “neutral” que denominamos mercado? La respuesta falaz que nos brindaría un neoliberal sería la ya conocida: “todos y ninguno”. Todos porque “todos” participamos en la formación de él y “ninguno”, porque supuestamente nadie puede tener el poder de controlar al mercado.
Una falacia teórica que queda refutada en la vida práctica. Suponer que la persona que va a comprar 300 dólares altera la cotización de la moneda, igual que el que opta por adquirir ciento de millones de dólares, es mucho más que irrisorio. De ahí que no todos participamos en las decisiones del mercado como pretenden hacernos creer.
¿Que hubiere sucedido, si el Estado actual a través de la autoridad monetaria (Banco Central) no hubiese intervenido para evitar un alza de la moneda estadounidense?
Muy simple, el dólar se hubiere disparado a niveles altos y, por ende, el poder adquisitivo de los asalariados se habría reducido notoriamente. Esto se vería reflejado en los precios internos y con ello hubiéramos entrado en una lógica perversa. Por suerte el Estado estuvo presente y lo seguirá estando durante toda la gestión de la presidenta Cristina Fernández.
Es lícito discutir específicamente el modo de instrumentación de la medida; es decir, si debía alcanzar a todos los compradores o no; o si en primera instancia, se debía restringir la remesa de utilidades de las empresas multinacionales para evitar la fuga de divisas, etc.,etc. Pero nadie puede negar que la fijación del tipo de cambio es una herramienta al servicio del Estado para la ejecución de la política económica. Máxime si comprendemos que una de las funciones del “mercado de divisas”, y esto no es un dato menor, es la transferencia de poder adquisitivo.
Como podemos apreciar, sin Estado –y voluntad política contraria, por cierto- esa transferencia se dirige en beneficio de unos pocos; de ahí que una economía sin intervención estatal es, ni más ni menos, que dejar a la intemperie a los sectores más vulnerables para regocijo de los más codiciosos.
El gobierno ha tomado medidas y sigue marcando su presencia en el devenir económico y, confiamos firmemente que no ha de apartarse del camino trazado para profundizar el modelo.
No obstante, debemos saber perfectamente que quienes vaticinan dificultades en el futuro; no lo hacen con el propósito de mejorar la instrumentación de medidas para el desarrollo económico de nuestra nación. Sino que lo hacen con la solapada intención de torcer el rumbo del gobierno, con la esperanza de hacernos retroceder a aquellos tiempos del Estado prescindente. No lo lograrán por cierto, pero siempre es bueno tenerlo presente.

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