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domingo, 13 de mayo de 2012

Slogan vs Intelligenza





 






"Gli uomini giudicano generalmente piu ad occhio che per l'intelligenza. Tutti possono vedere, ma pochi capiscono quello que vedono". (1)  Maquiavelo

Evidentemente la certera expresión, del destacado pensador italiano, carece de limitaciones temporales; por el contrario, es aplicable a todos los tiempos. Por otra parte, si los sentidos (en este caso específico, el visual) no condicionaran nuestra manera de ver las cosas y la "percepción de la realidad" fuese exclusivamente racional, seríamos cualquier cosa menos humanos. Alguno podrá decir que, en ese supuesto, seríamos: seres superiores. Tal vez, aunque el maestro Francisco de Goya nos advirtió, oportunamente, en una de sus memorables obras sobre las consecuencias indeseables del predominio absoluto de la razón(2).
Ahora bien, no solo los sentidos suelen ser un condicionante para la captación de la realidad tal cual es; sino que también existen los denominados condicionamientos (prejuicios) culturales. Es ilustrativo aquel ejemplo que indagaba respecto del "color de la cebra". Y donde un habitante de determinada región del continente africano sostenía que la cebra era un animal negro de rayas blancas; y un oriundo de nuestro continente afirmaba lo contrario, es decir, un animal blanco de rayas negras.
Lo cierto es que más allá de las disputa estéril en torno a la cuestión del "color de la cebra"; los prejuicios culturales son un verdadero obstáculo para la comprensión de la realidad mundana. 
Claro que, en no pocas ocasiones, muchos de estos prejuicios son creados artificialmente con el deliberado propósito de influir directamente sobre "el modo de pensar" de las personas. Uno de los mecanismos más recurrentes en nuestra era para lograr instalar "prejuicios culturales" en forma masiva, ha sido la utilización de los eslóganes (del inglés slogan).
El slogan o lema (sea éste publicitario o político) no es una expresión neutra a los oídos o a los ojos de las personas; si así fuere no tendría razón de ser su utilización. Sin embargo, contrariamente a lo que se cree, al ser una expresión repetitiva de una idea, termina siendo internalizada -muchas veces inconscientemente- por aquellos que olvidan someter el mensaje al filtro de la inteligencia. Ya que el propósito del slogan (al menos en términos políticos) es "revelarnos una verdad".   
Y la verdad, siempre que es revelada; no requiere del esfuerzo de buscarla, de la exigencia de hallarla. Pues, al fin de cuentas para que hacerlo, si alguien me la esta señalando. El problema radica en que quien la señale puede estar equivocado; o peor aun, no siempre obre de buena fe. Y, en consecuencia, estemos referenciando una "verdad" que no es tal.
Una clara muestra del proceder de mala fe la encontramos en la actitud asumida por los grandes corporaciones mediáticas que no reparan en distorsionar la información u ocultar la realidad a los efectos de preservar el orden económico establecido y, dentro de éste, sus mezquinos intereses. En cierto aspecto, los títulos de las notas de los grandes diarios, hoy en día, se asemejan mucho a los lemas publicitarios cuyo único propósito consiste en lograr determinados efectos sobre la representación de la realidad que puedan hacerse sus respectivos lectores.
Durante los últimos tiempos los grandes fabricantes de sloganes políticos han sido los neoliberales  quienes obtuvieron, mediante el empleo de los mismos, excelentes resultados en lo que a la instalación de prejuicios culturales se refiere.
Basta recordar algunos de sus tradicionales productos: "Achicar el Estado es agrandar la Nación", "Romper con el FMI es condenarnos a quedar fuera del mundo", "El Estado es sinónimo de ineficiencia", etc.,etc. Lo cierto es que cada una de estos lemas encerraba una gran mentira que, al ser repetida incesantemente, terminó haciendo creer a la ciudadanía que detrás de esas expresiones había un componente de veracidad.
Hoy en día su producción es mucho más limitada no solo porque padecen de una menor "capacidad creativa" resultante de la mediocridad de sus dirigentes; sino porque la inteligencia ciudadana contrastó aquellas expresiones con la experiencia vivida y, de ese modo, confirmó las falacias que encerraban cada una de ellas. No obstante, es dable reconocerles su (interesada, por cierto) perseverancia; ya que aun insisten en la reiteración de expresiones falaces.
Basta escuchar a uno de sus referentes, Mauricio Macri, anunciando que "Estamos aislados del mundo" o que "Hemos instalado la inseguridad jurídica en nuestro país" y, por ende, "no vendrán capitales externos a invertir a la Argentina". Y desde luego,  mucho menos después de haber impulsado, el gobierno nacional, la expropiación de YPF.
Al respecto es dable tener en cuenta ésta última falacia. Pues, durante muchos años se nos mencionó que la llegada de inversores extranjeros promovería el desarrollo económico del país. Lo cierto es que no fue así, y con esto no estamos negando la importancia de que lleguen inversiones extranjeras a nuestra nación. Lo malo es que arribaron al país sin restricciones de ninguna naturaleza y ya sabemos que cuando al capital no se lo regula, ni se lo limita en su accionar, sus efectos terminan siendo devastadores. Al igual de lo que acontece con la Naturaleza, terminaron devastando la economía de nuestro país. Recordemos algunas de las empresas en manos del sector privado extranjero y a donde nos condujeron: Aguas Argentinas, Repsol, Aerolíneas Argentinas, por citar solo algunas.
Por otro lado, y más allá de la simplicidad embaucadora de determinadas frases o lemas,  hay que destacar que una visión fragmentada de la realidad termina ocultando la realidad misma.  Ya que confundir la parte con el todo nos conduce inexorablemente a realizar interpretaciones erróneas. Bien lo señalaba el magnánimo Hegel cuando sostenía que "La verdad está en la totalidad".
Un caso extremadamente ilustrativo de lo que estamos manifestando es la nota publicada por Alfredo Zaiat titulada "Inversiones Extranjeras" del día 12/05/2012 en Pagina 12. Allí se publica un informe de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) donde se muestra que la inversion extranjera directa (IED) en la región, durante el año 2011, se incrementó en un 30% con relación al año anterior. Ese 30% representa la cifra de 153.448 millones de dólares para la zona en cuestión, de los cuales solo 7.243 millones recalaron en nuestro pais.
Como bien lo señala el concienzudo periodista la cifra puede resultar irrelevante a los ojos de un simple observador y, por ello, los periódicos tradicionales se forzaron por resaltarla. Ahora bien, si se analiza a su vez otros documentos cepalinos referidos a la inversión extranjera se podrá apreciar que las mismas se enderezaron a la extracción y procesamiento de recursos naturales lo que no redundo en mayores beneficios para las economías que recibieron la tan mentada inversión. Es decir que, no fueron de mucha utilidad para desarrollar sectores estratégicos, modernizar la estructura productiva, aportar mayor conocimiento o expandir y mejorar la calidad del empleo.
En cambio, si fueron de utilidad las ganancias obtenidas por esos inversores extranjeros para sus casas matrices; ya que repatriaron utilidades por sumas cada vez más crecientes. Las estadísticas de la región hablan por si solas: de 20.000 millones que repatriaron en el año 2003, pasaron a 93.000 millones en el 2008.
Como vemos, el flujo de capitales externos puede ser bueno si ingresa en justa medida y bajo ciertas normas regulatorias que lo conminen a reinvertir en el país; de lo contrario, puede ocasionar serias perturbaciones a futuro en lo que a disponibilidad de divisas se refiere. Y ya sabemos que la carencia de divisas, para cualquier economía nacional, genera una serie de trastornos sobre la estructura económica que redundan perniciosamente sobre el conjunto de la población. Si a esto le añadimos que la inversión extranjera directa a la que la Cepal hace referencia se caracterizó por:  el escaso aporte realizado, hasta el momento, en innovación y transformación tecnológica; sería bueno pensar que el criterio de "seguridad jurídica" no debe sustentarse solo atendiendo las necesidades de "los inversores". Por el contrario,  debe tener como referencia ineludible el crecimiento de nuestra economía y el bienestar general de los argentinos. De ahi que debemos precavernos de las intenciones ocultas de los fabricantes de slogan; ya que la única "seguridad jurídica" que debemos ponderar es aquella que garantiza la felicidad y el desarrollo de nuestro pueblo.



(1) En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia. Pues, todos pueden ver pero pocos comprender lo que ven.
(2) El sueño de la razón produce monstruos.

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