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jueves, 21 de junio de 2012

Moyano y el sindrome del poder


 









Resulta difícil comprender la situación política argentina; solo si se la analiza bajo la influencia de lo que podríamos denominar el síndrome del poder podría ser parcialmente comprensible. Lo que acontece, hoy día, con la postura adoptada por el titular del Gremio de Camioneros, Hugo Moyano, es una muestra más de lo que estamos afirmando.
En un mundo donde lo que se visualiza es la instrumentación de políticas neoliberales y la variable de ajuste es, esencialmente, el salario; es por demás ininteligible observar como, en nuestro país, uno de los sectores mejor remunerados de la economía, decide realizar un paro en aras de reclamar un aumento mayor al ofrecido oportunamente. Si bien, ahora acordada la mejora, se mantiene de todos modos la  medida en reclamo a la supresión del impuesto a las ganancias.
Nadie, que siga con detenimiento las vicisitudes del proceso político argentino, ignora que “el conflicto salarial" es, en los hechos, el velo que cubre la encarnizada embestida de Moyano contra el gobierno nacional.
El problema tuvo su origen en la denominada “causa de los medicamentos” que salpicó al hombre de camioneros y arrojo como resultado la detención de algún sindicalista histórico por manejos fraudulentos, luego continuó con el pedido de informes de la justicia suiza que a través de un exhorto intento indagar sobre la persona y el patrimonio del líder sindical; y finalmente, con los roces surgidos como consecuencia de la imposibilidad de colocar más hombres de su confianza (ver nota del 16/12/2011) en las listas de candidatos a legisladores nacionales.
Posteriormente la acusación de Moyano -con ciertas aristas de verosimilitud-, haciendo referencia a que algunos miembros del gobierno intentaban desplazarlo de la Secretaría General de la CGT, fue enrareciendo el clima hasta llegar a la actual situación; donde el líder de camioneros, en su irrefrenable propósito de pretender acumular poder, se pone en sintonía con la tenebrosa lógica de las corporaciones. Esto es: intentar condicionar al gobierno en ejercicio de sus funciones para preservar sus intereses.
Alarma observar como alguien que tiene aspiraciones políticas (no olvidemos que Moyano dejo entrever sus deseos presidenciales y anunció la formación de un nuevo partido político) actúa tan irresponsablemente.
Cuesta entender -y más allá de los errores del gobierno para tender puentes en su debido tiempo- que quien fuera uno de los pocos dirigentes gremiales que se opuso al modelo neoliberal, ahora se abrace con quienes hasta no hace mucho han sido sus más enfáticos detractores y que gozan en su haber todo un historial al servicio de las políticas de ajuste.
Pero mucho más incomprensible es que se empeñe en desatar una crisis para perjudicar a un gobierno, que guste o no, ha sido el que más beneficios le aportó a la clase trabajadora durante las últimas cuatro décadas.
Cuando un dirigente de cualquier índole hace prevalecer sus intereses por encima de los intereses del país; en ese preciso momento ha dejado de ser dirigente para convertirse en un espurio representante sectorial o individual.
Es dable reparar que las acciones no se miden simplemente por la audacia o por el valor que puedan simbolizar; sino por las consecuencias que han de producir sobre el conjunto de la población que constituye la esencia de un país. No basta reclamar un mejor salario para mejorar el bolsillo de los representados; sino se tiene en cuenta el contexto nacional e internacional en que se transita. De ahí que quien desconoce estos aspectos no tiene fibra de dirigente; tampoco la prepotencia es un rasgo digno de elogio.
No es cuestión de jactarse como lo hizo uno de sus hijos: “Nosotros no vamos a acatar las resoluciones del Ministerio de Trabajo”; cuanta similitud con el proceder de otra corporación que se niega a adaptarse a las disposiciones de la ley en materia de medios.
No es esa una actitud muy democrática a decir verdad; sin embargo, el gobierno no esta exento de errores al respecto. No debería haberse llegado a esta instancia; por acción o por omisión algunos fogonearon las divergencias.
Lo decíamos en el artículo del año pasado cuando vislumbrábamos el rumbo de una posible confrontación, y la imperiosa necesidad de atemperar las aguas:
“Por eso debemos ser muy prudentes en nuestro accionar y en nuestras opiniones y no prestarnos a satisfacer a quienes, con extremado deleite, saborearían un recrudecimiento de las posiciones, especulando con una virtual ruptura a futuro entre la CGT y el gobierno.
No es casualidad que los más enconados opositores al gobierno ahora se encuentren “respaldando” con sus declaraciones, en la mayoría de los medios privados de radio y televisión, la figura de Moyano”.
Hoy las aguas están por demás agitadas, será preciso aplacarlas. Pero evidentemente es muy complicado hacerlo, máxime si observamos que la respuesta de Moyano, al enterarse en un estudio de televisión (TN) que el gobierno recurriría a la justicia para evitar el bloqueo forzado que están ejecutando los adjuntos a su gremio, fue automática: haremos un paro general. Al parecer, ni necesito consultarlo con sus bases; tal vez  lo haya hecho con los voceros del grupo Clarín que, en ese instante, eran los encargados de entrevistarlo; y dicho sea de paso es notorio observar como se ha convertido en el invitado habitual en todas las emisoras del Grupo. Si hasta podríamos afirmar que; lejos de representar fielmente a los trabajadores, ésta mucho más próximo a coincidir con quienes intentan -al igual que el multimedio y los notorios "dirigentes" del agro- destituír al gobierno; sino, como explicar su triste frase "parece que estaríamos en una dictadura militar".
La historia universal esta plagada de ejemplos donde la irracionalidad de unos pocos hace retroceder los logros alcanzados por una comunidad luego de muchos años de esfuerzo y sacrificio. Hoy nos encontramos ante un caso de estas características; ojalá la disputa se vaya desinflando hasta tornarse inexistente. Sería, extremadamente, lamentable que por la sola avidez de poder, el hasta hoy, secretario general de los trabajadores termine formando parte de otra página negra de nuestra historia.

lunes, 4 de junio de 2012

El dólar y los trastornos colectivos



                                                            
  





Se dice que la Argentina tiene uno de los índices más altos de graduados en psicología con relación a su densidad demográfica. Sin embargo, y a pesar de ello, nuestro comportamiento colectivo lejos de carecer de trastornos psíquicos, presenta un número significativo de los mismos que podríamos calificar de típicamente argentinos. Claro que estas “patologías autóctonas” no son identificadas plenamente por “la conciencia social”; lo que nos lleva a la reiteración de conductas signadas por la aparición de ideas y sentimientos discordantes. El problema se agudiza merced a que el “catalizador electrónico” (entiéndase televisión) se encarga de brindar sistemáticamente la dosis diaria a “los teledirigidos” para estimular los comportamientos contradictorios.
Lo que acontece hoy día con el dólar en nuestro país es una de las tantas muestras de los mencionados trastornos. Por un lado, anhelamos gozar de una economía sana que se mantenga dentro de los carriles del crecimiento y, de esa manera, seguir sorteando los perniciosos efectos que la crisis internacional despliega sobre cada una de las naciones. Pero por el otro, actuamos de manera desaconsejable para garantizar esas premisas, dejándonos influenciar por las corporaciones mediáticas -voceros e integrantes del poder económico- que aspiran a debilitar al gobierno para, de ese modo, reinstalar en la Argentina un modelo económico que les procuró ingentes beneficios; mientras el conjunto mayoritario de la población se vio reducido a la desesperación y a la lucha por la subsistencia.
Sería verdaderamente interesante estudiar a fondo (si bien existen trabajos al respecto) hasta que punto los medios de comunicación masiva -para el caso, concretamente la TV- logran anular la capacidad de análisis de los televidentes. Obviamente, para ello se acude a un conjunto de técnicas que, entre otras cosas, suprimen intencionadamente aportar datos que induzcan a la reflexión, o bien se proporciona información sesgada a los efectos de imposibilitar el razonamiento o, en su defecto, para arribar a conclusiones erróneas, se prescinde del cotejo y comparación de situaciones similares para evitar que el televidente opte por el camino discursivo (por ej. no se informa fehacientemente de lo que acontece en Europa y, mucho menos, de las medidas que desencadenaron la crisis europea), se oculta la historia en forma deliberada para que el espectador no saque provecho de experiencias anteriores, se miente descaradamente a sabiendas que la mayoría de los televidentes no se tomará el trabajo de corroborar la información, etc.,etc. Esta última postura es más que ostensible en los canales de televisión privada en nuestro país.
Otro de los inescrupulosos recursos a los que se solía (y aun se suele) apelar para preservar el orden conservador  ha sido la creación de “periodistas estrellas” con sus adláteres habituales los “economistas estrellas”. Un logro no poco significativo, si tenemos en cuenta que sus expresiones son escuchadas, por una franja importante de la población, más por su carácter de luminaria de la TV que por la solidez de sus argumentaciones. Por el contrario, en más de una ocasión han pronunciado argumentos tan banales y desprovistos de conocimiento que, parafraseando a Schopenhauer, podríamos decir que “Algunos periodistas son como las luciérnagas, necesitan de la oscuridad para brillar”. 
Un párrafo aparte se requiere para hablar de los denominados “economistas estrellas” que desarrollaron el rol de vedette durante los años noventa.
Se trata del staff de economistas del establishment que suelen visitar reiteradamente los canales privados de la TV con el deliberado propósito de pronosticar siempre “un nefasto futuro económico”, mientras no se apliquen las salvadoras medidas neoliberales que ellos propugnan.
Lo cierto es que se trata de “los hombres de amianto”, pues, han prendido fuego la estructura económica argentina en la década de los 90 (algunos de ellos funcionarios del gobierno menemista) con sus frecuentes elogios al, por entonces, modelo reinante; han desacertado desde el 2003 en cada una de sus estruendosas profecías, y sin embargo, siguen profetizando como si la certeza los acompañase inexorablemente como su sombra. 
Claro que uno no sabe si estos tecnócratas (Broda, Melconian, Prat Gay, Redrado, etc.) se equivocan recurrentemente de “buena fe”, por ignorancia o premeditadamente lo hacen a instancias de engañar a la población para confundir a la ciudadanía y obstaculizar el normal desempeño del gobierno nacional. Lo que sí podemos aseverar es que su accionar no se centra en defender los intereses de la mayoría de la población; sino el de un círculo muy reducido de integrantes del sector agro-financiero-mediático para quienes trabajan. Sinceramente, es una verdadera pesadilla tener que soportarlos a diario, merced a que los medios de comunicación hegemónicos se encargan de sobredimensionar sus pronósticos, cual si fuesen la verdad revelada.
Ahora se encargan de vaticinar la llegada de un dólar alto en nuestro país, generando un clima enrarecido para perturbar a nuestra población y orientarla hacia la compra de la moneda estadounidense. Por otro lado, y a expensas de ignorar lo que acontece en el mundo, se esmeran por sugerir “políticas de contención del gasto” (no utilizan la palabra “ajuste” porque está muy desgastada en el ámbito local) con el propósito de frenar el desarrollo del mercado interno. Lo cierto es que, pese a lo que pronostican estos gurúes de la decadencia, en Argentina rige un tipo de cambio denominado de flotación administrada; que sufre modificaciones graduales conforme a la política económica establecida por el Banco Central.
Últimamente, para evitar la salida de divisas de nuestro país el gobierno nacional ha adoptado una serie de medidas, de carácter precautorio, tendientes a restringir las vías de escape de la deteriorada, pero aun deseada moneda. Medidas éstas saludables ya que apuntan a preservar el nivel de divisas que nuestro país requiere y evitar la remisión indiscriminada de la moneda extranjera, sea por parte de las sucursales de las multinacionales con destino a sus casas matrices; o bien, por parte de aquellos que procuran orientar la salida de capitales rumbo a paraísos fiscales.
Ahora bien, una vez establecidas estas restricciones, algunos sectores comenzaron a presionar para impulsar la suba del dólar y, de ese modo, generar una transferencia de recursos en beneficio de los sectores vinculados al comercio exterior y a expensas de provocar una pérdida del poder adquisitivo de los asalariados. Esto redundaría en una suba exagerada de los precios internos provocando una compresión del consumo local y con ello un desaceleramiento de la economía. Lo que traería aparejado, a  su vez, el descontento de la población despojando, de esa manera, al gobierno del único sostén en que se afirma para profundizar un modelo de equidad e inclusión social.
Variante más, variante menos, son los mismos grupos que produjeron a mediados de los ochenta la desestabilización del gobierno del ex presidente Raúl Alfonsín, los mismos que aplaudieron el reinado de Menem a posteriori, los mismos que fogonearon los propósitos de destituir al gobierno en la llamada “crisis con el campo”. Los mismos que se empeñan en ocultar la historia para poder volver a repetirla.