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jueves, 13 de septiembre de 2012

La oposición, la reforma y el enigmático porvenir.





 




Frente a la aproximación de las elecciones legislativas del próximo año, los dirigentes políticos opositores están intentando desarrollar una estrategia común a los efectos de conquistar voluntades para desembarcar en el Congreso.
Así vienen desarrollando una serie de encuentros con el objeto de evitar que el oficialismo obtenga un número considerable de votos que le posibilite gobernar con la menor cantidad de obstáculos posible.
Para ello están pensando en implementar una estrategia que tenga por objeto asociar la idea de no votar a los candidatos kirchneristas porque tendrían el propósito de reformar la Constitución Nacional.
Las constituciones no se reforman enseña el pensamiento liberal, al parecer, están para ser aplicadas indefinidamente de generación en generación.
Sin embargo, ese no ha sido el propósito de nuestros constituyentes obviamente, ya que la propia constitución prevé mecanismos para su reforma. Lo que sí,  en líneas generales, debe permanecer inalterada es la denominada “parte dogmática” de la Constitución. Concretamente, aquella que resuelve el status jurídico de las personas; esto es, donde se encuentran no solo las declaraciones, sino los derechos y garantías que protegen las libertades y prerrogativas de nuestros habitantes. Pero fuera de ello, no vemos porqué el resto del plexo constitucional no pueda ser pasible de reforma.
Lo cierto es que, en los hechos, no se conoce texto alguno donde el oficialismo promueva, o tan siquiera haya manifestado alguna intencionalidad de reforma; sin embargo, la oposición ha decidido lanzar su campaña dando por sentado, apriorísticamente, que el gobierno esta decidido a hacerlo con el deliberado propósito de propiciar su reelección. Y frente a esa presunta reforma, aducen que “el pueblo” argentino rechaza contundentemente una medida de esas características.
Es curioso, pero la denominada “oposición” en la Argentina tiene algunos “atributos” dignos de ser resaltados. Por un lado, se expresa en representación del “pueblo” excluyendo de ese concepto a la gran mayoría de la población que en el ejercicio de sus derechos políticos les ha retaceado el apoyo a lo largo de los últimos 12 años. Ignorando, de esa forma, los anhelos de quienes simpatizan, acompañan o, simplemente, apoyan con su voto la gestión oficial.
Por el otro, se agrupan, exclusivamente, en función de su rechazo a la figura presidencial; prescindiendo de la elaboración de un proyecto alternativo en el terreno político.
Lógicamente, no comprenden –y al parecer, jamás comprenderán- que al oponerse rabiosamente a la Presidenta Cristina Fernández de kirchner, no se están manifestando sencillamente en contra de una persona singular; sino que están cuestionando el manifiesto apoyo que un 54% de la ciudadanía le viene brindando a un gobierno qué, con la artillería mediática en su contra, sigue cabalgando en dirección a lo que la gran mayoría popular reclama.
Decir que la mentada “oposición” se ha convertido en un instrumento menor de los sectores dominantes en la Argentina, no es nada nuevo; es suficiente con observar el comportamiento que han tenido, a lo largo de estos últimos años, a través de los medios para corroborar semejante afirmación.
Lo que sí resulta verdaderamente irrisorio –aunque trágico por otra parte-,  es contemplar como esa “ensalada de frutas”, no muy apetecible por cierto; es capaz de reunir a liberales ortodoxos (macrismo), católicos liberales (Carrió), liberales más moderados (Stolbizer), socialistas liberales (Binner), moyanistas, corrientes “clasistas”, y predicadores de una ininteligible “patria libre” que se oponen a todo intento de reforma constitucional, no teniendo en mira el contenido programático de la supuesta reforma; sino adelantándose a los hechos con el ostensible propósito de que el pueblo (y aquí el concepto no es fruto de una construcción mediática; sino que se ajusta a la concreta realidad, en consecuencia, es muchísimo más amplio que el que ellos expresan) no pueda reelegir nuevamente a su presidente.
Sin duda, ésta última referencia plantea “el dilema del porvenir nacional”; esto es, los argentinos nos veremos imposibilitados de reelegir a una presidenta que entre alguno de  sus logros acumula: la recuperación económica del país, la ampliación de derechos a sus habitantes, la construcción de una sociedad más igualitaria, la recuperación de la política como factor determinante a la hora de diseñar el modelo de sociedad deseada y la ruptura del estado de sumisión permanente a las grandes corporaciones a la que se hallaban compelidos los anteriores titulares del poder ejecutivo.
Y bien vale detenernos en este punto, pues, si tenemos en cuenta que “el discurso opositor” es el triste eco de los reclamos de los sectores dominantes (es decir, de las grandes corporaciones); no es difícil imaginarnos hacia donde estarían dispuestos a llevarnos los más “conspicuos frutos de esta ensalada”.
Si uno escucha las expresiones del candidato presidencial del FAP, Hermes Binner cuando sostiene: “ Los tres puntos que son base de nuestra demanda son el respeto a la independencia de poderes, el respeto al federalismo y el respeto a los derechos sociales”(1), no va a encontrar diferencia alguna con el tradicional discurso inconsistente del ex presidente Fernando De la Rúa.
Es más, deberíamos preguntarle cual es el grado de afectación que una “reforma constitucional” despliega sobre cada uno de estos tres puntos. Por el contrario, un dirigente presuntamente “socialista” pondría mucho más énfasis en predicar no tanto el respeto a los derechos sociales; sino la acentuación de los mismos.
Otro de los “dirigentes” opositores Luis Juez, nos dice “nos oponemos a cualquier reforma de la constitución; aun si ni siquiera se menciona la reelección”. Esto y decir desconozco de lo que se habla pero me opongo es, sin margen de dudas, la misma expresión.  
Ni hablar de las declaraciones de Margarita Stolbizer cuando dice: “La propuesta es activar mecanismos de participación popular para poner fin a los atropellos”.
Sería cuestión preguntarle a esta señora a que se refiere con la palabra atropellos; tal vez aluda a los beneficios sociales impulsados durante la gestión del gobierno. Por otro lado, si tanto les molesta la  incierta reforma y, verdaderamente, quiere activar mecanismos de participación: ¿Porqué no sugiere convocar a un referendum para consultar a la población si está de acuerdo o no con una reforma de la Carta Magna?
¿O acaso cirscuncribe “la participación popular” a esa franja minoritaria de personas que le brindaron su voto en las últimas elecciones? 
Nadie está planteando que, a pesar de la escasa representatividad de estas vertientes políticas, carezcan de derecho a expresarse; lo que si indigna es que, al momento de hacerlo, se atribuyan la representación del pueblo en su conjunto, confundiendo la parte (indiscutiblemente minoritaria) con el todo.
Lo que en última instancia, pone de manifiesto que en vez de procurar “la felicidad del mayor número” están dispuestos a favorecer el bienestar de unos pocos; eso si, incluyendo a sus auténticos representados: Las Corporaciones.
Por otra parte un buen ejercicio, para saber que pretende este "aglomerado" de dirigentes, sería preguntarse: ¿Con que no esta en desacuerdo la oposición?
Ya que lo que buena parte de la población concibe como grandes logros, por ej. estatización de los fondos de pensión y jubilación, ley de medios, recuperación de YPF, fútbol para todos, política de derechos humanos; entre otras cuestiones, ha sido rechazado reiteradamente por vastos sectores opositores.
Como vemos en el lenguaje opositor las definiciones están forjadas al calor de “sus necesidades e intenciones”; que al parecer no es otra que retrotraernos a la argentina prekirchnerista.
 Así nos hablan de la dictadura K, en pleno Estado de Derecho, con el Congreso funcionando –donde muchos de ellos forman parte integrante- y con la más virulenta y rabiosa campaña opositora que se haya visto a lo largo de los últimos años. Después de todo, asociar un democracia real con una “dictadura” es, guste o no, cultivar la posibilidad de que cualquier intento destituyente sea tolerado con indiferencia por aquellos sectores que no alcancen a discernir una cosa de la otra.
Así también, no repudian en lo más mínimo las expresiones de ciertos medios de (des)información que no solo descalifican recurrentemente la investidura presidencial; sino que hasta se dan el tupé (en lo que ellos califican como "situación dictatorial") de caricaturizar morbosamente a la Presidenta de la Nación, en tapas de revista .
Con dirigentes que al igual que la mayoría de esos medios, recogen frases descontextualizadas de la presidenta para luego machacar con el propósito de deteriorar la imagen presidencial; legitimando, de ese manera, las mentiras ventiladas por los medios privados.  
En síntesis: dirigentes de poca talla para poder ser calificados de dignos opositores. 
Es en realidad una pena que hasta el momento los rumores de reforma constitucional no hayan sido verdaderamente fundados; tal vez la oposición con su “mediocre inventiva” pueda transformar en realidad el asunto.
Ya que, si el futuro de éste país se deposita en manos de ésto que se da en llamar “La Oposición”; la Argentina habrá perdido definitivamente la posibilidad de consagrarse como Nación independiente.


(1) Pagina 12 7/9/2012

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