Frente a la aproximación de las elecciones legislativas del
próximo año, los dirigentes políticos opositores están intentando desarrollar
una estrategia común a los efectos de conquistar voluntades para desembarcar en
el Congreso.
Así vienen desarrollando una serie de encuentros con el
objeto de evitar que el oficialismo obtenga un número considerable de votos que
le posibilite gobernar con la menor cantidad de obstáculos posible.
Para ello están pensando en implementar una estrategia que
tenga por objeto asociar la idea de no votar a los candidatos kirchneristas
porque tendrían el propósito de reformar la Constitución Nacional.
Las constituciones no se reforman enseña el pensamiento
liberal, al parecer, están para ser aplicadas indefinidamente de generación en
generación.
Sin embargo, ese no ha sido el propósito de nuestros
constituyentes obviamente, ya que la propia constitución prevé mecanismos para
su reforma. Lo que sí, en líneas generales, debe permanecer inalterada es la
denominada “parte dogmática” de la Constitución. Concretamente, aquella que
resuelve el status jurídico de las personas; esto es, donde se encuentran no
solo las declaraciones, sino los derechos y garantías que protegen las
libertades y prerrogativas de nuestros habitantes. Pero fuera de ello, no vemos porqué el resto del plexo constitucional no pueda ser pasible de reforma.
Lo cierto es que, en los hechos, no se conoce texto alguno donde el oficialismo promueva, o tan siquiera haya manifestado alguna intencionalidad
de reforma; sin embargo, la oposición ha decidido lanzar su campaña
dando por sentado, apriorísticamente, que el gobierno esta decidido a hacerlo
con el deliberado propósito de propiciar su reelección. Y frente a esa presunta
reforma, aducen que “el pueblo” argentino rechaza contundentemente una
medida de esas características.
Es curioso, pero la denominada “oposición” en la Argentina
tiene algunos “atributos” dignos de ser resaltados. Por un lado, se expresa en
representación del “pueblo” excluyendo de ese concepto a la gran mayoría de la
población que en el ejercicio de sus derechos políticos les ha retaceado el
apoyo a lo largo de los últimos 12 años. Ignorando, de esa forma, los anhelos
de quienes simpatizan, acompañan o, simplemente, apoyan con su voto la gestión
oficial.
Por el otro, se agrupan, exclusivamente, en función de su rechazo a la figura
presidencial; prescindiendo de la elaboración de un proyecto alternativo en el terreno político.
Lógicamente, no comprenden –y al parecer, jamás
comprenderán- que al oponerse rabiosamente a la Presidenta Cristina Fernández
de kirchner, no se están manifestando sencillamente en contra de una persona
singular; sino que están cuestionando el manifiesto apoyo que un 54% de la
ciudadanía le viene brindando a un gobierno qué, con la artillería mediática en
su contra, sigue cabalgando en dirección a lo que la gran mayoría popular
reclama.
Decir que la mentada “oposición” se ha convertido en un
instrumento menor de los sectores dominantes en la Argentina, no es nada nuevo;
es suficiente con observar el comportamiento que han tenido, a lo largo de
estos últimos años, a través de los medios para corroborar semejante
afirmación.
Lo que sí resulta verdaderamente irrisorio –aunque trágico
por otra parte-, es contemplar como esa
“ensalada de frutas”, no muy apetecible por cierto; es capaz de reunir a
liberales ortodoxos (macrismo), católicos liberales (Carrió), liberales más
moderados (Stolbizer), socialistas liberales (Binner), moyanistas, corrientes
“clasistas”, y predicadores de una ininteligible “patria libre” que se oponen a
todo intento de reforma constitucional, no teniendo en mira el contenido
programático de la supuesta reforma; sino adelantándose a los hechos con el
ostensible propósito de que el pueblo (y aquí el concepto no es fruto de
una construcción mediática; sino que se ajusta a la concreta realidad,
en consecuencia, es muchísimo más amplio que el que ellos expresan) no pueda
reelegir nuevamente a su presidente.
Sin duda, ésta última referencia plantea “el dilema del
porvenir nacional”; esto es, los argentinos nos veremos imposibilitados de
reelegir a una presidenta que entre alguno de
sus logros acumula: la recuperación económica del país, la ampliación de
derechos a sus habitantes, la construcción de una sociedad más igualitaria, la
recuperación de la política como factor determinante a la hora de diseñar el
modelo de sociedad deseada y la ruptura del estado de sumisión permanente
a las grandes corporaciones a la que se hallaban compelidos los anteriores
titulares del poder ejecutivo.
Y bien vale detenernos en este punto, pues, si tenemos en
cuenta que “el discurso opositor” es el triste eco de los reclamos de los
sectores dominantes (es decir, de las grandes corporaciones); no es difícil
imaginarnos hacia donde estarían dispuestos a llevarnos los más “conspicuos
frutos de esta ensalada”.
Si uno escucha las expresiones del candidato presidencial
del FAP, Hermes Binner cuando sostiene: “ Los tres puntos que son base de
nuestra demanda son el respeto a la independencia de poderes, el respeto al
federalismo y el respeto a los derechos sociales”(1), no va a encontrar
diferencia alguna con el tradicional discurso inconsistente del ex presidente
Fernando De la Rúa.
Es más, deberíamos preguntarle cual es el grado de afectación
que una “reforma constitucional” despliega sobre cada uno de estos tres puntos.
Por el contrario, un dirigente presuntamente “socialista” pondría mucho más énfasis en predicar no
tanto el respeto a los derechos sociales; sino la acentuación de los mismos.
Otro de los “dirigentes” opositores Luis Juez, nos dice “nos
oponemos a cualquier reforma de la constitución; aun si ni siquiera se menciona
la reelección”. Esto y decir desconozco de lo que se habla pero me opongo es, sin margen de dudas, la misma expresión.
Ni hablar de las declaraciones de Margarita Stolbizer cuando dice: “La
propuesta es activar mecanismos de participación popular para poner fin a los
atropellos”.
Sería cuestión preguntarle a esta señora a que se refiere
con la palabra atropellos; tal vez aluda a los beneficios sociales
impulsados durante la gestión del gobierno. Por otro lado, si tanto les molesta la incierta reforma y, verdaderamente, quiere
activar mecanismos de participación: ¿Porqué no sugiere convocar a un referendum para consultar a la población si está de acuerdo o no con una
reforma de la Carta Magna?
¿O acaso cirscuncribe “la participación popular” a esa franja minoritaria de
personas que le brindaron su voto en las últimas elecciones?
Nadie está planteando que, a pesar de la escasa
representatividad de estas vertientes políticas, carezcan de derecho a expresarse;
lo que si indigna es que, al momento de hacerlo, se atribuyan la representación
del pueblo en su conjunto, confundiendo la parte (indiscutiblemente
minoritaria) con el todo.
Lo que en última instancia, pone de manifiesto que en vez de procurar “la felicidad del mayor número” están dispuestos a favorecer el bienestar de unos pocos; eso si, incluyendo a sus auténticos representados: Las Corporaciones.
Lo que en última instancia, pone de manifiesto que en vez de procurar “la felicidad del mayor número” están dispuestos a favorecer el bienestar de unos pocos; eso si, incluyendo a sus auténticos representados: Las Corporaciones.
Por otra parte un buen ejercicio, para saber que pretende este "aglomerado" de dirigentes, sería preguntarse: ¿Con
que no esta en desacuerdo la oposición?
Ya que lo que buena parte de la población concibe como
grandes logros, por ej. estatización de los fondos de pensión y jubilación, ley
de medios, recuperación de YPF, fútbol para todos, política de derechos
humanos; entre otras cuestiones, ha sido rechazado reiteradamente por vastos sectores
opositores.
Como vemos en el lenguaje opositor las definiciones están
forjadas al calor de “sus necesidades e intenciones”; que al parecer no es
otra que retrotraernos a la argentina prekirchnerista.
Así nos hablan de la
dictadura K, en pleno Estado de Derecho, con el Congreso funcionando –donde muchos de ellos forman parte integrante-
y con la más virulenta y rabiosa campaña opositora que se haya visto a lo largo de los últimos años. Después de todo, asociar un democracia real
con una “dictadura” es, guste o no, cultivar la posibilidad de que cualquier
intento destituyente sea tolerado con indiferencia por aquellos sectores que no
alcancen a discernir una cosa de la otra.
Así también, no repudian en lo más mínimo las expresiones de
ciertos medios de (des)información que no solo descalifican recurrentemente la
investidura presidencial; sino que hasta se dan el tupé (en lo que ellos
califican como "situación dictatorial") de caricaturizar morbosamente a la
Presidenta de la Nación, en tapas de revista .
Con dirigentes que al igual que la mayoría de esos medios,
recogen frases descontextualizadas de la presidenta para luego machacar con el
propósito de deteriorar la imagen presidencial; legitimando, de ese manera, las mentiras ventiladas por los medios privados.
En síntesis: dirigentes
de poca talla para poder ser calificados de dignos opositores.
Es en realidad una pena que hasta el momento los rumores de reforma constitucional no hayan sido verdaderamente fundados;
tal vez la oposición con su “mediocre inventiva” pueda transformar en realidad
el asunto.
Ya que, si el futuro de éste país se deposita en manos de ésto
que se da en llamar “La Oposición”; la Argentina habrá perdido definitivamente la
posibilidad de consagrarse como Nación independiente.
(1) Pagina 12 7/9/2012
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