A solo nueve días de la próxima asunción del nuevo
presidente el panorama económico de los argentinos comienza a tornarse turbio,
claro que la falta de transparencia no es producto de la casualidad; sino que
es la consecuencia ineludible de un programa económico que se supo ocultar
sistemáticamente a lo largo de toda la campaña electoral. El, hasta el 22 de
noviembre, candidato de “las buenas ondas”, Mauricio Macri, fue incapaz de
musitar una propuesta política concreta; no obstante, desde que resultó electo
presidente comenzó a expresar que no podía dar definiciones de la política a
desarrollar a raíz de que carecía de información respecto al estado de cosas
existente.
Es razonable preguntarse entonces, porqué efectuaba críticas
a las políticas oficiales u arrojaba cifras que no se correspondían con la
realidad (como por ejemplo: “existen 15 millones de pobres en la Argentina”) si
no poseía en su haber información al respecto.
Obviamente resulta estéril formularse ese interrogante una
vez consumado los hechos. Sin embargo, tamaña actitud no deja de ser un buen
indicio para poner en duda la veracidad del mensaje que por estos días viene
cobrando difusión en los distintos medios hegemónicos (por otra parte, aliados
históricos del nuevo mandatario) que reproducen las expresiones del ya
consagrado presidente y de sus futuros ministros cuando nos hablan de que se
viene un proceso de “sinceramiento” de la economía argentina.
Es menester hacer un breve recorrido por la historia
económica de nuestro país para corroborar que la metodología que comienza a
aplicarse en los tiempos que corren no es para nada original. Ha sido el pretexto
recurrentemente utilizado por los economistas liberales y neoliberales cada vez
que se adueñaron de la conducción económica en la Argentina.
Es notable contemplar, y más allá de las diferencias, las
similitudes que se reproducen cada vez que los gobiernos ultraconservadores acceden
a la conducción política del país. Su táctica habitual -al parecer imperecedera
a pesar del transcurso del tiempo- es criticar desmesuradamente la “herencia
económica” recibida y a partir de allí impulsar un conjunto de medidas que,
según su enfoque ortodoxo, se “les vende” a la ciudadanía como de “inevitable aplicación”.
Sucedió, variantes más, variantes menos, con la mal llamada “revolución
Libertadora” (período reivindicado, a través de sus tuits, por el futuro Ministro
de Cultura, Pablo Avelluto) con Raúl Prebisch como ministro de economía, con Álvaro
Alzogaray (ministro de Frondizi), ( con Adalbert Krieger Vasena (ministro de
Onganía), con Alfredo Martínez de Hoz (de Videla) y con Domingo Felipe Cavallo
(de Menem y De la Rúa). Y todo indica que con Alfonso Prat Gay, ministro del
presidente Macri, el camino a seguir ha de ser el mismo. Esto es realizar una
descripción extremadamente pesimista de la situación actual, tergiversando la realidad
económica, para justificar, de ese modo, la implementación de políticas
antipopulares.
Es sorprendente observar cómo, en el período de “la
revolución libertadora” -año 1955- caracterizado, entre otras cosas, por un
profundo antiperonismo (equivalente hoy día al “antipopulismo” o “antikirchnerismo”),
uno de los informes presentados al asumir el liberal ministro de economía de
aquel entonces, se tituló “moneda sana o
inflación incontenible”; dos de las expresiones que suelen frecuentar
asiduamente en los labios de los más ardientes neoliberales del presente. Así
se nos habla hoy de que Sturzenegger debe presidir el Banco Central para “sanear
la moneda” y que la batalla que vienen a dar es, fundamentalmente, contra “la
inflación”. El mismo discurso que platicaban los Martínez de Hoz y los Cavallo.
El principal enemigo es “la inflación” como si se tratase de una divinidad que
cobrase vida por sí sola. Y la mejor manera que encontraron siempre para reducirla
ha sido cercenando la capacidad de compra de la población. Al fin y al cabo si
nadie compra, no hay demanda y si no hay demanda no hay inflación.
No vayan ustedes a creer que son los formadores de
precios quienes mediante su insaciable avidez se encargan de incentivar el
proceso inflacionario; no, en absoluto, es simplemente la emisión monetaria
segun nos dicen estos economistas. Claro que si así fuere la economía estadounidense
hace rato que tendría niveles hiperinflacionarios pero no los tiene; no
obstante sus elevadísimos volúmenes de emisión.
Lo concreto es que, a pesar de las distancias, podemos
apreciar un hilo conductor en todas estas experiencias que culminaron siempre
reduciendo la capacidad de compra de las mayorías, empobreciendo a los trabajadores,
incrementando el ejército de desocupados, licuando los haberes de los jubilados
y endeudando al país bajo la promesa de un futuro mejor que jamás llegó y nunca
llegará. Pero ahí están, los ortodoxos neoliberales nuevamente a bordo de la
nave del estado; pero eso sí, legítimamente elegidos por poco más de la mitad
de la población.
Nadie puede poner en duda su legitimidad de origen; si bien
es cierto que no todos los votantes conocían las verdaderas intenciones (y
muchos de ellos todavía las desconocen) del flamante gobierno. Sin duda que los
medios de comunicación dominantes jugaron un papel protagónico en la
construcción del triunfo de la más cruda “derecha” de nuestro país. De tal manera
que fabricaron un consenso virtual en beneficio del candidato conservador;
evitando como es obvio, que saliera a la luz su auténtica propuesta. Sin
embargo, las expresiones vertidas por el candidato Macri en los “círculos
cerrados” ya preanunciaban el futuro por venir. El ocultamiento estuvo muy bien
planificado; no obstante, a estas alturas no se puede seguir siendo víctima del
engaño. Pues, nadie puede “comprar” el falaz argumento de que deseaban una transición
ordenada; si así fuese, no hubieran anunciado sus propósitos devaluacionistas y
la eliminación de parte de las retenciones antes del traspaso del mando
presidencial.
El anuncio, formulado adrede, es fácil de interpretar y
tiene por objeto dos firmes designios: pues, por un lado obstaculizar la
liquidación inmediata de las divisas por parte del sector agro-exportador -lo que
acentúa de ese modo una merma en las reservas del Banco Central- y por el otro,
promover las remarcaciones, es decir el aumento de los precios, para que el
recorte salarial que eso implica se le asigne al gobierno saliente y no al entrante.
Que sumado a la devaluación que piensan aplicar, ya en ejercicio de sus
funciones, y al ajuste de las tarifas de los servicios públicos; terminaría
redundando en un recorte significativo de los salarios. Esto es lo que en
economía se llama redistribución regresiva de la riqueza. Y lo que la
ciudadanía ha votado por desgracia.
Pero volviendo a la “gesta comunicadora” que realizaron
eficazmente los afamados periodistas independientes; es lógico concluir que
hicieron un excelente trabajo. Pues, solo comparable con aquel que realizaron
Neustadt y Grondona en su cruzada privatizadora de los años 90. Esta vez el
mérito fue colectivo; si bien una buena parte de esos logros le correspondió a
Jorge Lanata; que con sus invenciones mediáticas logro captar la atención de
los incautos, que ingenuamente sucumbieron a sus “cantos de sirena”. Falaces,
la gran mayoría de sus ellos; pero agradable a los oídos de los incautos que
terminaron creyéndole y apoyando con su voto un gobierno neoliberal.
Ahora bien, una vez cumplida su misión, ha anunciado su
retiro de PPT (periodismo para todos); pues sostiene que su ciclo ha concluido.
Como aquellas antiguas “espadas a sueldo” que una vez alcanzado el objetivo por
el que habían sido contratados, se retiraban con su oferta hacia otro sitio.
Sería recomendable, no para la sociedad sino para el futuro gobierno, seguir
contratando sus servicios; ya que en lo inmediato van a tener que construir el
consenso artificial para las políticas de “sinceramiento”. Eufemismo utilizado
para la ejecución de políticas de ajuste. Sincerar entonces, no va a ser otra cosa que presentar un panorama
económico espeluznante. Tan caótico que “no van a tener más remedio” que
aplicar políticas de shock; pero eso sí, nos señalarán que en el mediano plazo
van a dar el resultado esperado. El mismo resultado que obtuvieron los
economistas anteriormente mencionados en el camino de la historia.
Que fácil resulta a veces engañar a los incautos cuando se
ignora la historia. Si hasta algunos creyeron “la fábula del viento de cola”;
sin reparar que arribar al buen puerto depende del conductor del velero y no de
la voluntad del viento. Por ello de nada sirve esperar buenos vientos cuando el
conductor no tiene intenciones de arrojar el ancla en los buenos puertos.
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