A solo treinta días del nuevo gobierno la máscara mediática
se pulverizo y la realidad ha quedado al descubierto. Durante toda una década
se anunció, falazmente, por los distintos programas de la corporación
comunicacional que el kirchnerismo, a lo largo de toda su gestión de gobierno,
había dividido a la sociedad argentina.
En el período previo a la contienda electoral, el argumento
repetitivo de los denominados “comunicadores sociales” se centro en imputar a
Cristina Fernández de Kirchner como la “autora” excluyente de esa presunta
división social que en los ámbitos radiales y televisivos se lo describía como
“la grieta”. Esa metáfora que aludía a una suerte de abertura alargada y que,
“virtualmente”, se extendía sobre el cuerpo de nuestra comunidad para separarla
en dos partes claramente definidas, rindió sus frutos.
Con el transcurrir del tiempo quedó en evidencia que la
mentada “grieta” era solo un artilugio discursivo extremadamente funcional a
los intereses del establishment (verdaderos impulsores del divisionismo
social), quienes, mediante el mismo, lograron convencer a un considerable
número de ciudadanos para que apoyara, con su voto, el arribo de un gobierno
ultraconservador al interior de la “Casa Rosada”.
La ingenuidad de buena parte del electorado argentino
consistió en creer que un gobierno surgido de las propias entrañas del establishment
podía ejecutar políticas orientadas a promover el bienestar general de la
población. Craso error, que todavía algunos no llegaron a descubrir. Es la
segunda ocasión (la primera fue con Menem) en que una significativa franja
del electorado nacional incurre en este
tipo de errores.
Sin embargo, es menester señalar que el ciudadano
medianamente politizado sabía perfectamente que los que se cobijaban bajo el
ropaje de “victimas” de esa artificial “grieta”, eran en verdad los victimarios
sociales. Es decir, aquellos que a todas luces distorsionaban la realidad
sembrando el escepticismo y el descredito sobre la figura de Cristina Fernández
de Kirchner que, con aciertos y errores, supo mantener un firme compromiso con
los sectores populares.
Es lamentable tener que reconocer que millones de incautos cayeron en
la trampa comunicacional. Una muestra contundente de la eficacia discursiva de
los medios hegemónicos, nos la brindó una difundida encuesta, realizada con
anterioridad a los comicios nacionales,
donde curiosamente una significativa franja de argentinos presagiaba que
en el año 2016 “su situación personal iba a estar mejor, pero que la realidad
del país iba a empeorar”.
La inusual respuesta es poco comprensible conforme a los
dictados de la lógica tradicional, máxime si tenemos en cuenta que el mayor
número de encuestados se trataba de asalariados. Pues, resulta absolutamente
ilógico que a un trabajador le vaya bien en un contexto social desfavorable.
La desconexión entre la realidad de un país y entre quienes
habitan el mismo, es solo digna de ser aplicable en aquellas mentes
despolitizadas. No por casualidad el propósito velado de las corporaciones mediáticas
ha sido siempre descalificar la militancia política (curiosamente coincidente con una de las
consignas tradicionales del Pro que prefiere a los CEOs del sector empresarial); al fin
y al cabo, la despolitización ciudadana es requisito ineludible para que el
neoliberalismo se imponga en el seno de una sociedad.
Por cierto, si la mencionada encuesta se hubiere realizado
entre los representantes de las corporaciones mediáticas o del sector agro-exportador
o los representantes del mundo financiero (Banca nacional y extranjera) esperanzados éstos, con antelación, del triunfo de Mauricio Macri; “el presagio”
en cuestión hubiere tenido elevados visos de veracidad y un sólido fundamento
argumental. De hecho a solo un mes de gobierno esos sectores se han beneficiado
no solo con una catarata de “Decretos de Necesidad y Urgencia” (DNU); sino que,
en la práctica, se han visto favorecidos, y en lo inmediato, con una fenomenal
transferencia de recursos que tiene como contrapartida una significativa
pérdida del poder adquisitivo de los asalariados.
Pero volvamos por un momento a la tan remanida “grieta”. Los
supuestos promotores de “la unidad” durante la campaña electoral han demostrado
ser, prematuramente, los apóstoles del odio y la persecución ideológica. A tal
punto llega su odio visceral (perceptible por cierto, a lo largo de la última
década) que han desatado una campaña de persecución implacable sobre toda voz
que se atreva a cuestionar las políticas macristas (es decir: del
establishment) en el ámbito televisivo y/o radial.
Sería grato que los incautos que reproducían las falaces
consignas del grupo Clarín anunciando que peligraba la vigencia de “la libertad
de expresión” durante la década anterior, se tomaran la molestia de observar
como se viene cercenando la pluralidad de opiniones durante el actual gobierno. "Dady" Brieva, Víctor Hugo Morales, Roberto Caballero, programas como “Duro de Domar”,
6-7-8, por solo citar algunos, han sido, manifiesta o encubiertamente,
censurados por “la mano invisible del mercado”.En algunos la censura es
directa; en otros simulada.
Pues, la modalidad de censura más conocida en los tiempos
que corren se vincula directamente a la supresión de la publicidad oficial. El
método extorsivo es fácil de instrumentar, se le exige al medio la expulsión del
periodista que "incomoda" con sus expresiones; de lo contrario se procede a cancelar la
pauta publicitaria. Así es como funciona la “libertad de mercado”
comunicacional, tan elogiada por el flamante ministro Aguad a lo largo de estos
días. Por ello el remanido “argumento”
de que los medios privados se financian exclusivamente con fondos particulares
y que el Estado no debe auspiciar programas bajo ningún concepto (como sucedía
con 6-7-8 o Fútbol para todos) es tan irrisorio que no resiste el más modesto
análisis. Pues, aun quienes no miramos la TV privada financiamos, a través del
Estado y, obviamente, a través del consumo, la permanencia de sus mediocres
programas; pero, en fin, dejemos esa discusión para otro momento.
Lo cierto es que mientras regía la “ley de servicios de
comunicación audiovisual” las voces opositoras al gobierno de entonces, se
reproducían en abundancia en los espacios radiales y televisivos; y sin embargo
ahora que gobiernan “los reparadores de la grieta” se silencian voces críticas
todos los días. Con la más absoluta indiferencia de la gran mayoría de los
“periodistas independientes”; lo que pone de manifiesto que esa concepción “independentista”
era tan falaz como la promoción de la publicitada “grieta”.
Es obvio que la decisión de silenciar a determinados
periodistas no se reduce específicamente a una cuestión ideológica; sino a la
necesidad de acallar públicamente todas aquellas voces que disientan con el modelo económico-social propuesto por
el actual gobierno. Ya lo mencionamos en otras ocasiones (ver el artículo: “Libre
mercado + neorepublicanos..”) , pues el modelo económico impulsado por el
macrismo requiere inexorablemente de una tasa de desocupación que oscile entre
un 15 a un 20% de la población económicamente activa. Y para alcanzar esos
niveles de desempleo no solo se requiere dejar sin ocupación a los trabajadores
públicos (lo que implica por otra parte reducir la presencia del Estado en
diversidad de áreas: salud, educación, asistencia social, etc.), sino también
reducir los empleos y los salarios del sector privado. De eso, obviamente, se
encargará la importación indiscriminada que ya se perfila y el deterioro del
mercado interno merced al recorte del poder adquisitivo con la ya orquestada
devaluación y las eventuales depreciaciones que se realicen mediante la denominada “fluctuación libre del
dólar”. De ahí la necesidad de evitar “voces disonantes”, el ministro de
comunicación fue claro al respecto, cuando al asumir expresó: “se acabo la
locura de la controversia”.
Claro que pretender tapar el sol con la mano no es tarea
sencilla; no obstante siempre existen mecanismos al alcance de la mano para poder ocultar
la luz de la verdad. Lo vimos en estos días, durante dos semanas de persecución
tragicómica a los “fugados de la prisión de máxima seguridad”, tema al cual se
abocaron afanosamente los medios de comunicación, ignorando otras cuestiones que se suscitaban en el país.
Mientras que los medios casi al unísono se ocupaban de “la bochornosa persecución”,
se ocultaba, simultáneamente, en las pantallas televisivas la vergonzosa
represión que se hizo sobre los trabajadores cesanteados en la localidad de La
Plata, al mismo tiempo se invisibilizaron los despidos indiscriminados que se
realizaron en diversos estamentos de la administración pública, como por
ejemplo, en determinados municipios, en el Congreso Nacional o en organismos
como el INDEC. O seguramente en otras dependencias públicas y tal vez privadas
sobre las que no se nos ha de informar por el momento; después de todo, es preciso recordar,
que han llegado los tiempos de “los buenos augurios”. Pues, al fin y al cabo,
las malas noticias eran un atributo inherente al gobierno Kirchnerista; que no
se percató que para instalar la alegría en los medios solo bastaba con agitar
sonriente los globos amarillos. Como es fácil colegir, "la grieta y los globos" han venido a sepultar los viejos "espejitos de colores".